miércoles, 8 de octubre de 2014

LEYENDAS DE LA CIUDAD DE RIOBAMBA


LEYENDAS DE RIOBAMBA

Conozcan las leyendas de nuestra Ciudad Bonita

EL LUTERANO Y EL ESCUDO DE RIOBAMBA

VivĂ­a en las cercanĂ­as de Guamote un hombre extranjero y hosco que vivĂ­a de alquilar su caballo negro con brillos rojizos. De vez en cuanto se presentaba en la entonces aldea de Riobamba a pedir limosna pero no en nombre de Dios como era la costumbre de la Ă©poca. Apenas decĂ­a: ¿Habrá un pan? ¿Habrá un real?Lo peor sucediĂł durante la misa solemne en honor a San Pedro, patrĂłn del asentamiento. En el momento que el sacerdote levantaba la hostia, el ermitaño de Guamote la arrebatĂł de las manos y la arrojĂł al suelo. “Ya veremos si volvĂ©is a consagrar otra vez”, vociferĂł mientras trataba de herir al cura con un cuchillo. Al enterarse de los hechos, Lopez Diez de Armendáriz, presidente de Quito, ordenĂł que el cadáver del sacrĂ­lego fuese incinerado, lo cual se cumpliĂł. El Rey de España tambiĂ©n se enterĂł de lo sucedido y como recompensa a la fidelidad religiosa concediĂł un escudo de armas que inmortalizaba el hecho.




















EL DUENDE DE SAN GERARDO

En San Gerardo, población del cantón Guano, muy cerca de la ciudad de Riobamba, Juan trabajaba en un lugar muy distante del centro parroquial. Para llegar debía atravesar un bosque; salía de su casa a las 8 de la mañana y retornaba a las 8 de la noche. Cierta ocasión mientras volvía, creyó escuchar pasos. No dio importancia, pero más allá escuchó una voz ronca que le dijo:
- No mire atrás… Ăşnicamente dame tu cigarrillo.
Así lo hizo y prosiguió su recorrido. Al día siguiente llevó una cajetilla y la voz nuevamente se dejó escuchar. De reojo observó que se trataba de un hombre muy pequeñito, portaba un látigo en su mano, y llevaba en su cabeza un sombrero muy grande. Juan se asustó y corrió desesperadamente. Al llegar a casa comentó lo sucedido y su madre le aconsejó llevar siempre un crucifijo. Así lo hizo y al día siguiente, el hombrecillo no le pidió cigarrillos sino que empezó a castigarle con el látigo. Juan sacó de su camisa el crucifijo y el enano se esfumó como por encanto. Esta aparición y otras similares hicieron entender que se trataba del Duende de San Gerardo.

















LA SILLA DEL CEMENTERIO

El cementerio es un lugar de angustia, nostalgia y tambiĂ©n de amores mutilados. Es, en su silencio implacable, donde se mimetizan las energĂ­as de miles de personas y se esconden las vivencias de la vida y la muerte. Si pudieran hablar las estatuas del camposanto, si aprendiĂ©ramos a sintonizar las ondas que circundan, seguramente se hilvanarĂ­an imágenes mentales y auditivas para contar historias. Como esta que apenas logro descifrar entre murmullos…Es la historia de amor de un par de forasteros que sucediĂł por los primeros años del siglo pasado. Eran esposos y habĂ­an llegado a Riobamba para cumplir con una cruzada de acciĂłn social. CompartĂ­an todo: amor, pasiĂłn por la lectura, dedicaciĂłn por causas nobles. ParecĂ­a que nada podrĂ­a interrumpir ese perĂ­odo de dicha que disfrutaban, salvo…Un quebranto de salud que comenzĂł por socavar el ánimo de Elizabeth y que luego consumiĂł totalmente su vida. Jozef no podĂ­a creer la magnitud de su desgracia. ¿CĂłmo seguir viviendo sin ella?No encontrĂł consuelo. DĂ­as enteros pasĂł aferrado a las varillas que adornaban la tumba de Elizabeth.El transcurso de los meses no menguĂł el dolor. Cuando se cumpliĂł el plazo para volver a su paĂ­s, Jozef no quiso emprender el viaje y abandonar los restos de su esposa. Desde entonces, todos los dĂ­as, el extranjero acudĂ­a con una silla hasta la tumba de su mujer. AhĂ­ permanecĂ­a horas y horas, “conversando” con ella o simplemente leyendo un libro. El tiempo pasĂł y una tarde llegĂł la muerte como una bendiciĂłn. Se cumpliĂł la aspiraciĂłn de juntarse con su amada en el más allá. Los guardianes del cementerio, testigos de la diaria visita de Jozef, decidieron colocar la silla en la misma tumba, como recuerdo de ese entrañable e indestructible sentimiento.

























EL DESCABEZADO DE RIOBAMBA

Una noche, a inicios del siglo pasado, un personaje de ultratumba apareció en las calles de Riobamba. Quienes lo miraron se quedaron mudos de espanto. Era un jinete sin cabeza. Todos los habitantes de la ciudad se guardaban muy temprano para huir de la mala visión, pero nunca faltan los valerosos que lograron descubrir lo que escondía detrás del fantasma.



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