LEYENDAS
DE RIOBAMBA
Conozcan
las leyendas de nuestra Ciudad Bonita
EL
LUTERANO Y EL ESCUDO DE RIOBAMBA
VivĂa
en las cercanĂas de Guamote un hombre extranjero y hosco que vivĂa
de alquilar su caballo negro con brillos rojizos. De vez en cuanto se
presentaba en la entonces aldea de Riobamba a pedir limosna pero no
en nombre de Dios como era la costumbre de la Ă©poca. Apenas decĂa:
¿Habrá un pan? ¿Habrá un real?Lo peor sucediĂł durante la misa
solemne en honor a San Pedro, patrĂłn del asentamiento. En el momento
que el sacerdote levantaba la hostia, el ermitaño de Guamote la
arrebatĂł de las manos y la arrojĂł al suelo. “Ya veremos si
volvĂ©is a consagrar otra vez”, vociferĂł mientras trataba de herir
al cura con un cuchillo. Al enterarse de los hechos, Lopez Diez de
Armendáriz, presidente de Quito, ordenó que el cadáver del
sacrĂlego fuese incinerado, lo cual se cumpliĂł. El Rey de España
también se enteró de lo sucedido y como recompensa a la fidelidad
religiosa concediĂł un escudo de armas que inmortalizaba el hecho.
EL
DUENDE DE SAN GERARDO
En
San Gerardo, poblaciĂłn del cantĂłn Guano, muy cerca de la ciudad de
Riobamba, Juan trabajaba en un lugar muy distante del centro
parroquial. Para llegar debĂa atravesar un bosque; salĂa de su casa
a las 8 de la mañana y retornaba a las 8 de la noche. Cierta ocasión
mientras volvĂa, creyĂł escuchar pasos. No dio importancia, pero más
allá escuchó una voz ronca que le dijo:
-
No mire atrás… Ăşnicamente dame tu cigarrillo.
AsĂ
lo hizo y prosiguiĂł su recorrido. Al dĂa siguiente llevĂł una
cajetilla y la voz nuevamente se dejĂł escuchar. De reojo observĂł
que se trataba de un hombre muy pequeñito, portaba un látigo en su
mano, y llevaba en su cabeza un sombrero muy grande. Juan se asustĂł
y corriĂł desesperadamente. Al llegar a casa comentĂł lo sucedido y
su madre le aconsejĂł llevar siempre un crucifijo. AsĂ lo hizo y al
dĂa siguiente, el hombrecillo no le pidiĂł cigarrillos sino que
empezó a castigarle con el látigo. Juan sacó de su camisa el
crucifijo y el enano se esfumĂł como por encanto. Esta apariciĂłn y
otras similares hicieron entender que se trataba del Duende de San
Gerardo.
LA
SILLA DEL CEMENTERIO
El
cementerio es un lugar de angustia, nostalgia y también de amores
mutilados. Es, en su silencio implacable, donde se mimetizan las
energĂas de miles de personas y se esconden las vivencias de la vida
y la muerte. Si pudieran hablar las estatuas del camposanto, si
aprendiéramos a sintonizar las ondas que circundan, seguramente se
hilvanarĂan imágenes mentales y auditivas para contar historias.
Como esta que apenas logro descifrar entre murmullos…Es la historia
de amor de un par de forasteros que sucedió por los primeros años
del siglo pasado. Eran esposos y habĂan llegado a Riobamba para
cumplir con una cruzada de acciĂłn social. CompartĂan todo: amor,
pasiĂłn por la lectura, dedicaciĂłn por causas nobles. ParecĂa que
nada podrĂa interrumpir ese perĂodo de dicha que disfrutaban,
salvo…Un quebranto de salud que comenzĂł por socavar el ánimo de
Elizabeth y que luego consumiĂł totalmente su vida. Jozef no podĂa
creer la magnitud de su desgracia. ¿CĂłmo seguir viviendo sin
ella?No encontrĂł consuelo. DĂas enteros pasĂł aferrado a las
varillas que adornaban la tumba de Elizabeth.El transcurso de los
meses no menguĂł el dolor. Cuando se cumpliĂł el plazo para volver a
su paĂs, Jozef no quiso emprender el viaje y abandonar los restos de
su esposa. Desde entonces, todos los dĂas, el extranjero acudĂa con
una silla hasta la tumba de su mujer. AhĂ permanecĂa horas y horas,
“conversando” con ella o simplemente leyendo un libro. El tiempo
pasĂł y una tarde llegĂł la muerte como una bendiciĂłn. Se cumpliĂł
la aspiración de juntarse con su amada en el más allá. Los
guardianes del cementerio, testigos de la diaria visita de Jozef,
decidieron colocar la silla en la misma tumba, como recuerdo de ese
entrañable e indestructible sentimiento.
EL
DESCABEZADO DE RIOBAMBA
Una
noche, a inicios del siglo pasado, un personaje de ultratumba
apareciĂł en las calles de Riobamba. Quienes lo miraron se quedaron
mudos de espanto. Era un jinete sin cabeza. Todos los habitantes de
la ciudad se guardaban muy temprano para huir de la mala visiĂłn,
pero nunca faltan los valerosos que lograron descubrir lo que
escondĂa detrás del fantasma.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario